19/8/11



"Inés del alma mía" es el título de un libro se Isabel Allende, que la verdad que me llegó al corazón.
- Basándose en las vivencias documentadas por su heroína, Allende compone una novela épica, ágil y emocionante, llena de cruentas batallas y romances apasionados. -

Me encantó y voy a dejar acá las partes que mas me gustaron..., las partes románticas :P mas que nada.

Su primer amor...


"... Soporté su conducta errática con mas paciencia de lo recomendable porque tenía el pensamiento ofuscado y el cuerpo en ascuas, como me ocurre siempre con el amor. Juan me hacía reír, me divertía con canciones y versos picarescos, me ablandaba a besos. Le bastaba tocarme para transformar mi llanto en suspiros y mi enojo en deseo. ¡Qué complaciente es el amor, que todo lo perdona! No he olvidado nuestro primer abrazo, ocultos entre los arbustos de un bosque. Era verano y la tierra palpitaba, tibia, fértil, con fragancia de laurel. Salimos de Plasencia separados, para no dar pie a habladurías, y bajamos el cerro dejando atrás la ciudad amurallada. Nos encontramos en el río y corrimos de la mano hacia la espesura, donde encontramos un sitio lejos del camino. Juan juntó hojas para hacer un nido, se quitó el jubón, para que me sentara encima, y luego me enseñó sin prisa alguna las ceremonias del placer. Habíamos llevado aceitunas, pan y una botella de vino que le había robado a mi abuelo y que bebimos en sorbos traviesos de la boca del otro. Besos, vino, risa, el calor que se desprendía de la tierra y nosotros enamorados. Me quitó la blusa y la camisa y me lamió los senos; dijo que eran como duraznos maduros y dulces aunque a mí me parecían mas bien ciruelas duras. Y siguió explrandome con la lengua hasta que creí morir de gusto y amor. Recuerdo que se tendió de espaldas sobre las hojas y me hizo montarlo, desnuda, humeda de sudor y deseo, porque quiso que yo impusiera el ritmo de nuestra danz. Así, de a poco como jugando, sin susto ni dolor terminé con mi virginidad. En un momento de extasis, levante los ojos a la verde bóveda del bosque y mas arriba, al cielo ardoroso del verano, y grité largamente de pura y simple alegría.
En ausencia de Juan se me enfriaba la pasión, se me calentaba la ira y decidía explusarlo de mi vida; pero tan pronto reaparecía con una excusa leve y sus sabias manos de buen amante, volvia a someterme. Y así empezaba otro ciclo idéntico: seducción, promesas, la dicha del amor y el sufrimiento de una nueva separación. El primer año se nos fue fijar la fecha de la boda, el segundo y el tercero también. Para entonces mi reputación andaba por el suelo, porque la gente comentaba que haciamos cochinadas detrás de las puertas. Era cierto, pero nadie tuvo nunca prueba de ello, éramos muy prudentes. La misma gitana que me anunció larga vida, me vendió el secreto para no quedar preñada: introducirme una esponja empapada en vinagre. Estaba enterada, por los consejos de mi hermana Asunción y de mis amigas, que la mejor forma de dominar a un hombre era negarle favores, pero ni una santa mártir podía hacer eso con Juan de Málaga. Era yo quien buscaba ocasiones de estar a solas con él para hacer el amor en cualquier sitio, no sólo detrás de las puertas. Él tenia la habilidad extraordinaria, que nunca encontré en otro hombre, de hacerme feliz en cualquier postura y en pocos minutos. Mi placer le importaba mas que el suyo. Aprendió el mapa de mi cuerpo de memoria y me lo enseñó para que disfrutara sola. <>, me repetía. Yo no compartía su halagüeña opinión, pero estaba orgullosa de provocar deseo en el hombre mas majo de Extremadura. ... "




Pedro de Valdivia


"... Ese par de días se nos fueron en un suspiro, contándonos el pasado y amándonos en un quemante torbellino, una entrega que nunca alcanzaba a ser suficiente, un deseo demente de fundirnos en el otro. Nos desplomábamos juntos, quedábamos enlazados de piernas y brazo, exhaustos, bañados en el mismo sudor, hablando en susurros. Luego renacía el deseo con mas intensidad entre las sábanas mojadas; fragancia de ambos, única e inolvidable. Aprendimos a elevarnos hacia el cielo y a gemir juntos, heridos por el mismo latigazo, que nos suspendía al borde de la muerte y por último nos sumergía en un letargo profundo. ..."

"... La relación con Pedro de Valdivia me trastornó. No podía vivir sin él, un solo día sin verlo me afiebraba, una noche sin estar en sus brazos era un tormento. Al principio, mas que amor fue una pasión ciega, desatada, que por suerte él compartía, de otro modo yo hubiese perdido el juicio. Más tarde, cuando fuimos superando los obstáculos del destino, la pasión dio paso al amor. Lo admiraba tanto como lo deseaba, sucumbí por completo ante su energía, me sedujeron su valor y su idealismo. Valdivia ejercía su autoridad sin aspavientos, se hacia obedecer con su sola presencia, tenía una personalidad imponente, irresistible, pero en la intimidad se transformaba. En mi cama era mío, se me entregó sin reticencia, como un joven en su primer amor. Estaba acostumbrado a la rudeza de la guerra, era impaciente e inquieto, sin embargo podíamos pasar días completos de ocio, dedicados a conocernos, contándonos los detalles de nuestros respectivos destinos con verdadera urgencia, como si se nos fuera a acabar la vida e menos de una semana. Yo llevaba la cuenta de los días y las horas que pasábamos juntos, eran mi tesoro. Pedro llevaba la cuenta de nuestros abrazos y besos.
Me sorprende que a ninguno de los dos nos asustara esa pasión que hoy , vista desde la distancia, del desamor y la ancianidad, me parece opresiva. ..."